Rebeliones, elevaciones, y demás pataletas
Hay un tipo sentado en una silla arriba del estrado, vestido con una toga negra. Lleva una especie de maza en la mano y con ella hace clonc clonc clonc en un gong y dice orden en la sala silencio en la sala orden orden y ordena y juzga y a este le llaman el juez, así le dicen.
Y hay otro, o puede que sean varios, que está o están arriba de una plataforma más baja que el estrado pero como que sale de un costado de éste. Y dice o dicen: yo lo hice bueno decidimos que yo lo haría que nosotros él lo haríamos haría, porque, y en esto estábamos todos de acuerdo o creo que lo estábamos, es decir, sí, estábamos de acuerdo o yo al menos estaba de acuerdo conmigo mismo en que la acción beneficiaría a mi a nuestra patria, y más específicamente nos beneficiaría a mí me beneficiaría a nosotros, y menos específicamente a toda la humanidad. Y a éste que decía esto, le llaman el acusado. Les llaman los acusados.
Otro tipo, después de oír el anterior parlamento unicameral o pluricameral se dirige al que ya hemos determinado que es el juez o al menos así le llaman, y dice, con voz de barítono: el acusado se niega a contestar a mi pregunta. Permítame su señoría que la repita. Y, dirigiéndose al acusado a los acusados agrega, ¿es usted son ustedes plural o singulares? Según dicen, éste que ha intervenido es el fiscal.
Y un individuo al que le dicen el abogado defensor entona con voz de tenor: protesto señoría protesto.
Y el juez, mezzosoprano, responde: denegada denegada y hace clonc clonc clonc dando con la maza en el gong gong gong y ordena silencio orden en la sala silencio porque un gorila, muy nervioso, ha tirado una silla, pero aún no había mencionado al gorila.
Resulta que hay un cura, dos astronautas, un unicornio tullido, un minotauro sin tullir, trece monjas de clausura, un grupo de feministas, un gorila y una mujer que llora y dice pobre... pobres... y solloza y se suena en un pañuelo. Y a todos estos les llaman el público.
Y las feministas dicen que la plañidera debería ser varón y que el juez debería ser jueza. Un grupúsculo dentro del grupo defiende que las monjas deberían ser mujeres con carreras brillantes en los campos de las altas finanzas, la investigación científica y/o la erudición de cualquier tipo, que el cura debería ser una sacerdotisa de la diosa, que son las astronautas y no los astronautas y que el unicornio debería recibir una pensión del estado. Se propone la moción. Se vota, se rechaza. Otro grupúsculo opina que al elemento juzgador le conviene ser un elemento femenino dado su tono de voz. Se propone como tema de debate. Se acepta. Se debate.
Nadie dice nada del gorila y el minotauro. Uno sigue tirando sillas y el otro brama y brama desesperadamente, pero todos les ignoran. Nada, ni puñetero caso les hacen, y ya se cansa el gorila de tirar sillas y el minotauro de bramar y salen los dos de la sala para fumar unos cigarrillos, aunque por el olor deben ser porros. Por fin hay un grupúsculo dentro del grupo el grupo es cada vez más y más grande y pronto serán millones, el grupúsculo, aunque crezca, seguirá siendo pequeñito que se acuerda de ellos: que inviten que inviten, exigen.
Pero hay cosas más importantes de las que el colectivo feminista, que ahora es también ecologista y masón y jesuita, debe ocuparse. Sin más demora, se elige el comité ejecutivo. Se opta por la vía política. La asociación se inscribe como partido político. El partido llega al poder y el gobierno nombra jueza a una militante. Y el gobierno pone a una militante de fiscal. Y son la misma persona.
Ahora es a mí a quién llaman acusado. Que por qué escribo cuentos confusos, indeterminados, aburridos, machistas y contrarios a la moral que exigen las circunstancias actuales blablabla. También me imputan brujería, traición, cohecho y conocimiento de los secretos sagrados que nadie nunca jamás debe oír, so pena de diversas cosas malas. La jueza hace clonc clonc clonc y clonc clonc clonc y orden orden. Y yo digo qué qué qué etcétera, porque no sé qué decir, y miro a mi alrededor asustado, todo cubierto de sudor frío, taquicárdico, y pienso
y ahora qué hago yo
y yo qué hago ahora
y qué hago yo ahora
qué y yo ahora hago...
Y de pronto me acuerdo de que soy el autor y todo cambia. Arbitrariamente, soy la jueza y la fiscal, aunque en realidad soy un hombre, pero soy jueza y soy la fiscal para que luego no digan. Y condeno al acusado, a los acusados, a las acusadas, por haber malentendido y por haber armado un escándalo sin venir a qué. Me baso en una ley que he aprobado yo mismo, pues soy el primer ministro y la mayoría parlamentaria. Todo esto, siendo escrupulosamente democrático, pues también soy la inmensa mayoría de la población. Y claro, me voto siempre, excepto cuando soy aquel despistado que se equivoca de papeleta.
Mis rivales políticos, desesperados, frenéticos, se mesan los cabellos, hacen rechinar los dientes y murmuran: quién se habrá creído éste, ¿eh? Se ha imaginado que es Dios.
Y la verdad es que no se me había ocurrido, pero sí, ahora que lo dicen, por qué no, soy Dios. Esto debe ser un deus ex machina de esos... ¡Ja! ¡Que lo hubieran pensado antes de hablar! Soy Dios y como los dioses, normalmente, moramos en las alturas me elevo. Vuelo y huyo de una muchedumbre furiosa que se ha puesto su gorra de linchar... y del tedio. Hago una pasada rasante para sacar la lengua a la turba tumultuosa y subo, subo, subo... y he escapado del tedio...
Me instalo en el cielo. Que acabe ya esto. Que nadie me moleste. Que no, que no bajo...
Y hay otro, o puede que sean varios, que está o están arriba de una plataforma más baja que el estrado pero como que sale de un costado de éste. Y dice o dicen: yo lo hice bueno decidimos que yo lo haría que nosotros él lo haríamos haría, porque, y en esto estábamos todos de acuerdo o creo que lo estábamos, es decir, sí, estábamos de acuerdo o yo al menos estaba de acuerdo conmigo mismo en que la acción beneficiaría a mi a nuestra patria, y más específicamente nos beneficiaría a mí me beneficiaría a nosotros, y menos específicamente a toda la humanidad. Y a éste que decía esto, le llaman el acusado. Les llaman los acusados.
Otro tipo, después de oír el anterior parlamento unicameral o pluricameral se dirige al que ya hemos determinado que es el juez o al menos así le llaman, y dice, con voz de barítono: el acusado se niega a contestar a mi pregunta. Permítame su señoría que la repita. Y, dirigiéndose al acusado a los acusados agrega, ¿es usted son ustedes plural o singulares? Según dicen, éste que ha intervenido es el fiscal.
Y un individuo al que le dicen el abogado defensor entona con voz de tenor: protesto señoría protesto.
Y el juez, mezzosoprano, responde: denegada denegada y hace clonc clonc clonc dando con la maza en el gong gong gong y ordena silencio orden en la sala silencio porque un gorila, muy nervioso, ha tirado una silla, pero aún no había mencionado al gorila.
Resulta que hay un cura, dos astronautas, un unicornio tullido, un minotauro sin tullir, trece monjas de clausura, un grupo de feministas, un gorila y una mujer que llora y dice pobre... pobres... y solloza y se suena en un pañuelo. Y a todos estos les llaman el público.
Y las feministas dicen que la plañidera debería ser varón y que el juez debería ser jueza. Un grupúsculo dentro del grupo defiende que las monjas deberían ser mujeres con carreras brillantes en los campos de las altas finanzas, la investigación científica y/o la erudición de cualquier tipo, que el cura debería ser una sacerdotisa de la diosa, que son las astronautas y no los astronautas y que el unicornio debería recibir una pensión del estado. Se propone la moción. Se vota, se rechaza. Otro grupúsculo opina que al elemento juzgador le conviene ser un elemento femenino dado su tono de voz. Se propone como tema de debate. Se acepta. Se debate.
Nadie dice nada del gorila y el minotauro. Uno sigue tirando sillas y el otro brama y brama desesperadamente, pero todos les ignoran. Nada, ni puñetero caso les hacen, y ya se cansa el gorila de tirar sillas y el minotauro de bramar y salen los dos de la sala para fumar unos cigarrillos, aunque por el olor deben ser porros. Por fin hay un grupúsculo dentro del grupo el grupo es cada vez más y más grande y pronto serán millones, el grupúsculo, aunque crezca, seguirá siendo pequeñito que se acuerda de ellos: que inviten que inviten, exigen.
Pero hay cosas más importantes de las que el colectivo feminista, que ahora es también ecologista y masón y jesuita, debe ocuparse. Sin más demora, se elige el comité ejecutivo. Se opta por la vía política. La asociación se inscribe como partido político. El partido llega al poder y el gobierno nombra jueza a una militante. Y el gobierno pone a una militante de fiscal. Y son la misma persona.
Ahora es a mí a quién llaman acusado. Que por qué escribo cuentos confusos, indeterminados, aburridos, machistas y contrarios a la moral que exigen las circunstancias actuales blablabla. También me imputan brujería, traición, cohecho y conocimiento de los secretos sagrados que nadie nunca jamás debe oír, so pena de diversas cosas malas. La jueza hace clonc clonc clonc y clonc clonc clonc y orden orden. Y yo digo qué qué qué etcétera, porque no sé qué decir, y miro a mi alrededor asustado, todo cubierto de sudor frío, taquicárdico, y pienso
y ahora qué hago yo
y yo qué hago ahora
y qué hago yo ahora
qué y yo ahora hago...
Y de pronto me acuerdo de que soy el autor y todo cambia. Arbitrariamente, soy la jueza y la fiscal, aunque en realidad soy un hombre, pero soy jueza y soy la fiscal para que luego no digan. Y condeno al acusado, a los acusados, a las acusadas, por haber malentendido y por haber armado un escándalo sin venir a qué. Me baso en una ley que he aprobado yo mismo, pues soy el primer ministro y la mayoría parlamentaria. Todo esto, siendo escrupulosamente democrático, pues también soy la inmensa mayoría de la población. Y claro, me voto siempre, excepto cuando soy aquel despistado que se equivoca de papeleta.
Mis rivales políticos, desesperados, frenéticos, se mesan los cabellos, hacen rechinar los dientes y murmuran: quién se habrá creído éste, ¿eh? Se ha imaginado que es Dios.
Y la verdad es que no se me había ocurrido, pero sí, ahora que lo dicen, por qué no, soy Dios. Esto debe ser un deus ex machina de esos... ¡Ja! ¡Que lo hubieran pensado antes de hablar! Soy Dios y como los dioses, normalmente, moramos en las alturas me elevo. Vuelo y huyo de una muchedumbre furiosa que se ha puesto su gorra de linchar... y del tedio. Hago una pasada rasante para sacar la lengua a la turba tumultuosa y subo, subo, subo... y he escapado del tedio...
Me instalo en el cielo. Que acabe ya esto. Que nadie me moleste. Que no, que no bajo...
7 comentarios
Rigel -
NOFRET -
Pakito nuestro que estás en los cielos....
Pakito -
:D
pokito -
salud
Chinpón -
* Y sí, con N antes de P, que no soy un muñeco de Madera, soy de cartóN.
Pakito: guapo.
Chinpón -
Cerrolaza -